viernes, 18 de mayo de 2012

Veriueu-ho (averígualo)

Anoche tuve oportunidad de ver a Xavi Castillo en Picanya, su pueblo de adopción. Es un terremoto de las emociones, un torniquete de la frustación, una explosión de la carcajada. 

Durante dos horas y media, con la única compañía de los músicos de los Aphonics, mantiene la atención y la emoción del público. Sorprende ver cómo maneja el talante y la oportunidad: en cuanto al talante, su sola presencia ya predispone al público a la risa; en cuanto a la oportunidad, el espectáculo está lleno de referencias al público de la sala, a su lugar de residencia, a la señora de la cuarta fila o los chavales de la primera. Rompe con ello la cuarta pared imaginaria entre el cómico y la audiencia. Además, "respeta" la infracción del requisito de cualidad, pues antes de empezar una nueva historia, un nuevo veriueu-ho, pide permiso al público (Voleu que ho conte? Digueu-me que sí -¿queréis que lo cuente? Decidme que sí). La gente de la sala siempre responde que sí. Evidentemente, ya sabe a lo que va, pero la expectativa es poca con lo que logra. Su humor del absurdo, su representación de voces y, sobre todo, la sátira preside este teatro. Sorprende ver cómo gestiona las pausas, cómo representa otros discursos, cómo usa la polisemia y los pseudoabarcadores ("la familia real tiene ahora a un imputado, a un amputado y a un implantado". ¡Bravo, Xavi!